Días de un loco
Estábamos con Fernández y Martínez
en la casa del sospechoso, tocamos la puerta y nos abrió un hombre que adecuada
y amablemente nos invitó a pasar, revisamos toda la casa y nada estaba fuera de
lugar, todo estaba demasiado ordenado como para ser la casa del viejo Torres, y
no había rastro de él, pero no se había
registrado que haya salido esa noche. Llegamos a la habitación del viejo y el
sospechoso nos invitó a sentarnos hablamos durante un tiempo y mis sospechas
hacia él se desvanecían, hasta que el sospechoso se puso un poco pálido, se le
notaba nervioso, asustado, confundido. Seguimos hablando, el con una voz más
alta de lo normal, como si deseara decirnos algo, pero nose que, me acuerdo en
un momento que se paró y empezó a gritar, se la pasaba dando pasos fuertes, se
enojaba con cada observación que alguno de nosotros hacía, estaba muy nervioso,
terriblemente nervioso, al punto de parecer loco, en un momento exploto en un
aullido de furia diciendo:
- ¡Basta ya de fingir, malvados! ¡Confieso
que lo maté! ¡Levanten esos tablones! ¡Ahí... ahí! ¡Donde está latiendo su
horrible corazón!
Con Fernández levantamos esos tablones mientras
Martínez sostenía al sospechoso, vimos el corazón e inmediatamente llevamos al
sospechoso a la cárcel.
Allí el asesino parecía más tranquilo que en la
casa de Torres, sigue siendo el más loco que he visto, pero para el no, no era
loco, era nervioso, muy nervioso, terriblemente nervioso, repetía esto todos
los días. Si no hay mayor señal de locura que la de no aceptarla nose que
podría mostrar que realmente es un loco y no un nervioso.
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